Imaginaos esta escena. El protagonista de la película que estamos viendo está en apuros, se ha metido hasta el cuello en un asunto de la mafia y les debe un considerable suma de dinero. El tío va con pies de plomo, pero la mafia es omnipresente y en una pequeña bajada a tirar la basura dos matones lo trincan y se lo llevan en un coche, con el batín y el pijama puesto, a lo Jeff Bridges en El Gran Leboswki.
Llegan al lugar donde se hospeda el jefazo al que le debe la pasta, véase una mansión en lo alto de una colina como la del Señor Burns. Lo zarandean y lo tiran dentro del despacho del capo, desde el suelo, levanta su magullada cabeza, con algún trazo de sangre a elegir, en la nariz, en el labio inferior o un hilo que sale de la frente. Ve la escena de la silla grande que se gira y nos muestra a un personaje cabreado. “Voy a morir” piensa para si mismo el pobre y acojonado moroso, hasta que el señor mafioso decide abrir la boca para soltar alguna camorrada. Entonces se oye una explosión de carcajadas por parte del deudor.